Mateo 26:36–57
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allí y oro.
37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
40 Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos, vamos! He aquí ha llegado el que me entrega.
47 Mientras todavía hablaba, he aquí llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle.
49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: Salve, Maestro. Y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron, y echaron mano a Jesús y le prendieron.
51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no puedo orar a mi Padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?
54 ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?
55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.